La educación infantil es un campo donde las herramientas innovadoras como la música pueden hacer una gran diferencia. Numerosos estudios demuestran que la música no solo es un medio de expresión, sino que tiene el poder de influir positivamente en el desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños.
Desde edades tempranas, los niños son receptivos a sonidos y ritmos que, al ser estructurados como canciones o melodías, pueden ayudar en el desarrollo del lenguaje, la coordinación motriz y las habilidades sociales. La música facilita la memorización, como cuando se aprenden letras o secuencias a través de canciones, lo cual contribuye a una mayor retención de información.
Los especialistas, como la neuroeducadora Elvira Perejón, explican que la música ayuda a fortalecer la lectoescritura en los niños. A través de actividades que combinan canciones y cuentos, se estimula el cerebro de manera divertida, ayudando en la adquisición de habilidades lingüísticas. La relación entre la música y el aprendizaje en la primera infancia es tan profunda que Perejón, junto a otros pedagogos, recomienda incorporar canciones y juegos rítmicos en el aprendizaje diario, como se hace con su libro infantil “Lupita quiere ser mariachi”, diseñado específicamente para este propósito
La práctica musical en grupo también refuerza las habilidades sociales, enseñando a los niños la importancia de la colaboración y la escucha activa. Aprender en un ambiente musical puede fomentar la empatía y mejorar la autoexpresión, habilidades clave para su desarrollo futuro. Para padres y educadores, la música se presenta no solo como una actividad lúdica, sino como una herramienta de formación integral en la que se combinan conocimiento y emoción.