Sin comentar demasiado acerca del partido de la final de la Copa América entre Argentina y Colombia, es necesario observar y hablar sobre lo ocurrido con respecto a la seguridad e ingreso de las personas al estadio previo a que iniciara el encuentro.
Fueron varios factores los que provocaron el desastre ocurrido en el Hard Rock Stadium, comenzando desde la organización de la Conmebol, que dejó mucho por desear. Es decir, con todo el respeto que se merecen las naciones y la población de las mismas, se sabe que los públicos latinos son desordenados, y se reflejó en las estampidas que hubieron ayer con tal de ingresar al estadio, teniendo o no un ticket de entrada.
Se entiende que el estadio elegido para disputar la final, favorece en cierta forma a la selección de Argentina por los cortos recorridos que tuvieron que hacer en los viajes, así como “consiente” a Lionel Messi ya que el recinto está ubicado en la ciudad de su club, habiendo otros espacios con mayor capacidad; aunque, más allá de las políticas para “mimar” a una selección u otra, sorprende que un país como Estados Unidos haya implementado un nulo protocolo de seguridad, reflejando que, para los organizadores, es más importante el negocio por encima de la integridad y salud de las personas.
Otro de los puntos necesarios de comentar, es acerca del acceso seguro, con referencia a que la reventa de tickets aumenta el riesgo de que estos hechos puedan seguir sucediendo, gracias al duplicado y estafas. Si las personas recibían avisos por parte de los encargados, acerca de la ilegitimidad de su boleto, es momento de hacer consciencia y uso del sentido común para que el resto de público pueda disfrutar, es decir, ser consciente de las consecuencias por adquirir boletos de reventa.
Es una total irresponsabilidad haber visto que la seguridad fue nula, permitiendo el acceso a absolutamente todas las personas, generando un sobrecupo en el estadio, poniendo claramente en riesgo a todos los presentes. Lo que se pretende ser una fiesta nacional entre selecciones y un momento de unión, junto a familiares, amigos y compatriotas, se convierte en episodios grises y tristes, que aunque la opinión popular diga lo contrario, sí mancha la pelota.
Análisis: Oscar Orozco
