Cuando un Papa fallece, la Iglesia católica activa un protocolo centenario conocido como “Sede Vacante”, que significa que la Santa Sede queda sin líder. En ese momento, se suspende toda actividad oficial del Vaticano y comienza el proceso para elegir a un nuevo pontífice.
Primero, el Camarlengo del Vaticano confirma oficialmente la muerte del Papa y toma control administrativo temporal del Vaticano. Se retira el anillo papal, que es destruido como símbolo del fin de su pontificado.
Luego, se organizan los funerales del Papa, que suelen durar entre 4 y 6 días, en la Basílica de San Pedro, con ceremonias solemnes y la participación de líderes del mundo. El cuerpo del Papa es expuesto para que los fieles puedan rendirle homenaje.
Posteriormente, se convoca al Cónclave, una reunión secreta de cardenales menores de 80 años de todo el mundo, quienes votan en la Capilla Sixtina para elegir a un nuevo Papa. El elegido se convierte en el sucesor de San Pedro y líder espiritual de más de mil millones de católicos en el mundo.
Hasta que se elija al nuevo pontífice, la Iglesia funciona sin Papa, en una etapa de transición que puede durar días o semanas.
