Un nuevo fracaso más de la selección mexicana, que sigue sin figurar en los torneos importantes de los últimos años. Claro está que la Copa Oro no es una competencia relevante en estas alturas de nivel de juego de cada confederación y del desarrollo que aporta cada una; esto se puede ver reflejado justo en las actuaciones que ha tenido el Tri desde hace años.
Hoy no se debe analizar el partido ni el rival, quienes pasaron justamente de ronda, se debe observar todo el ridículo torneo y actuación que dejó México en la Copa América. Primeramente, la afición pedía el regreso de la selección tricolor tras casi 10 años de ausencia, y tras haber obtenido la oportunidad, se hace un papel, al que los seguidores ya deberían estar acostumbrados.
En segunda instancia y más importante, la desesperación de los jugadores y del cuerpo técnico de solucionar los errores de los otros dos partidos, es una de las situaciones que debería ser preocupantes dentro de quienes conforman el equipo nacional, pues de haber clasificado, los convocados y la afición estaría de fiesta, olvidando los juegos anteriores, sin importar el rival que se tendría enfrente: Argentina.
Esta es la realidad del pobre fútbol mexicano, que aunque muchas personas comentan que la solución no es la exportación de jugadores a Europa, este es uno de los pilares para el éxito futuro, y el claro ejemplo es Estados Unidos; además del importantísimo factor que no permite un desarrollo próspero en el sistema deportivo nacional: el mediocre manejo de las ligas y divisiones nacionales, sin existir el ascenso y descenso, sin dar oportunidades a las jóvenes promesas, y continuando con un proyecto sin visión, con los mismos convocados de siempre que por políticas corruptas siempre deberán estar en las listas…
Esta es la triste y dura realidad de México, a la que la afición debe estar acostumbrada, la que no debe ser llamada “la decepción mexicana”, simplemente debe nombrarse: La Selección Mexicana de Fútbol, plantando los pies sobre la tierra y aceptando el mediocre escenario que parece, no cambiará…
Análisis: Oscar Orozco
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